miércoles, 14 de septiembre de 2011

BENEDICTO XVI Y SU ESPÍRITU LITÚRGICO


Tras 40 años de la puesta en marcha de la reforma litúrgica, recibida con ilusión y esperanza en muchos sacerdotes pero también con momentos de caos y confusión ante los abusos indiscriminados, ha llegado el momento propicio -sin prisas y con la calma que produce el paso del tiempo- para una aplicación correcta de aquello que el Concilio Vaticano II pidió en la Constitución Sacrosanctum Concilium.
Esta es la intención que el papa Benedicto XVI manifiesta en esa expresión por él mismo utilizada de la “hermenéutica de la continuidad”: hacer una interpretación del Concilio desde el criterio único de interpretación que es la Tradición de la Iglesia. Esta “hermenéutica de la continuidad” es opuesta a la labor de aquellos que después del Concilio quisieron romper con el pasado de la Iglesia interpretando los textos del magisterio desde un falso “espíritu del Concilio” que lo justificaba todo. El resultado fueron desviaciones teológicas, morales, litúrgicas y pas-torales.
Con este artículo queremos señalar aquellos aspectos “reinterpretados” desde la Tradición por Benedicto XVI en el ámbito litúrgico, siendo conscientes de la importancia de la liturgia para la vida de la Iglesia; pues es cumbre a la que tiende su acción y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza.” (Cfr. SC 10).
1. El primer aspecto es la centralidad de la cruz en el altar. Con la reforma de los altares mirando hacia el pueblo, se consideró un obstáculo para la celebración que la cruz estuviese en el centro del altar ya que impedía la comunicación visual entre el sacerdote y la asamblea. “La cruz del altar no es un obstáculo para verse, sino el punto de referencia común. Es el “iconostasio” que está descubierto, que no impide el acercamiento de los unos a los otros, sino que es el intermediario, y es para todos la imagen que recoge y une nuestras miradas”. (La fiesta de la fe, pág. 193).
La colocación de la cruz en el altar está en relación con la orientación litúrgica. De hecho, el Papa proponía en su ensayo de Teología Litúrgica “La fiesta de la fe” la colocación de la cruz sobre el altar como medida transitoria hasta que se vuelva a la costumbre de celebrar la liturgia hacia Oriente. Él mismo, celebra en su capilla privada –como lo hacía el Beato Juan Pablo II- hacia oriente y una vez al año, en la fiesta del Bautismo del Señor, en la capilla Sixtina.
Un análisis de las rúbricas del Novus Ordo está en esta dinámica: Liturgia de la Palabra desde la sede y el ambón mirando hacia la asamblea y Liturgia de la Eucaristía en el altar ad orientem.
¿Por qué dirigir la liturgia hacia Oriente? Es una tradición apostólica en toda la Iglesia oriental y occidental orar hacia este punto cardinal que recuerda la venida del Señor y su manifestación gloriosa. 2. Otro aspecto importante es la teología del ars celebrandi en conexión íntima con la teología de la belleza. El ser humano no es solo intelectualidad y razón, es corporeidad, sentidos, imaginación, memoria. El ser humano no es solo palabra, es gesto, afectos, sentimientos… Esta es la dinámica de la Revelación: Dios se revela con palabras y con acciones. La liturgia es al mismo tiempo culto a Dios pero también es enseñanza, revelación de Dios en la cotidianidad. Esto lleva consigo que la liturgia ha de atender a todos los aspectos de la persona para poder transmitir al Dios inefable y esto se hace con una celebración solemne por parte del sacerdote, por medio de la ceremonia cuidada, de la belleza del canto, de los ornamentos litúrgicos, de los vasos sagrados, de la arquitectura y decoro del templo. Esta sensibilidad litúrgica ha adquirirla el sacerdote pero también el pueblo de Dios mediante la formación, el estudio y la oración. A esto respecto, Benedicto XVI se dirigía a los artistas el 21 de noviembre de 2009 diciendo: Una función esencial de la verdadera belleza, de hecho, ya expuesta por Platón, consiste en provocar en el hombre una saludable "sacudida", que le haga salir de sí mismo, le arranque de la resignación, de la comodidad de lo cotidiano, le haga también sufrir, como un dardo que lo hiere pero que le "despierta", abriéndole nuevamente los ojos del corazón y de la mente, poniéndole alas, empujándole hacia lo alto.(…) La belleza, desde la que se manifiesta en el cosmos y en la naturaleza hasta la que se expresa a través de las creaciones artísticas, a causa de su característica de abrir y ampliar los horizontes de la conciencia humana, de llevarla más allá de sí misma, de asomarla al abismo de lo infinito, puede convertirse en un camino hacia lo trascendente, hacia el misterio último, hacia Dios.Hay que ser consciente de un peligro que puede haber en algunos ambientes: la teatralización o la simple preocupación externa de la liturgia. El ars celebrandi ha de ser fruto de la vida interior. Así lo dijo el Papa en un encuentro de sacerdotes en el año 2006: “El elemento fundamental de la verdadera ars celebrandi es, por tanto, esta consonancia, esta concordia entre lo que decimos con los labios y lo que pensamos con el corazón. (…) El ars celebrandi no pretende invitar a una especie de teatro, de espectáculo, sino a una interioridad, que se hace sentir y resulta aceptable y evidente para la gente que asiste. Sólo si ven que no es un ars exterior, un espectáculo -no somos actores-, sino la expresión del camino de nuestro corazón, entonces la liturgia resulta hermosa, se hace comunión de todos los presentes con el Señor.” 3. El uso de la lengua latina también ha aumentado en la liturgia papal. En casi todas las celebraciones pontificias, el ordinario de la misa se dice íntegramente en latín. Benedicto XVI no es contrario al uso de la lengua vernácula en la liturgia, ni mucho menos. Su pensamiento es “que fue bueno traducir la liturgia en las lenguas locales porque la entendemos, participamos también con nuestras mentes. Pero la presencia del latín en algunos elementos ayudaría a darle una dimensión universal, darle la oportunidad a la gente para que vea y diga ‘Estoy en la misma Iglesia’.” Este pensamiento está en perfecta consonancia con Sacrosanctum Concilium del Vaticano II donde se afirma que “se conserverá el uso de la lengua latina en los ritos latinos” dando cabida también a las lenguas vulgares (Cfr. 36).
4. El último aspecto a resaltar de la “reforma litúrgica” que Benedicto XVI está llevando a cabo es la comunión de rodillas y en la boca.Es importante aclarar que 1) la norma universal para comulgar en la Iglesia católica es de rodillas y en la boca salvo impedimento físico, 2) que se permite la comunión de pie y en la boca con un signo de adoración previo para agilizar el momento de la distribución; 3) y que se permitió como indulto la comunión en la mano en aquellos países donde se había extendido esa costumbre contraria para que los fieles no incurriesen en una falta contra la norma universal. El indulto Memoriale Domini de Pablo VI deja claro que se ha conservar la norma universal: “Este modo de distribuir la santa comunión, considerando en su conjunto el estado actual de la Iglesia, debe ser conser-vado no solamente porque se apoya en un uso tradicional de muchos siglos, sino, principalmente, porque significa la reverencia de los fieles cristianos hacia la Eucaristía. Este uso no quita nada a la dignidad personal de los que se acercan a tan gran sacramento, y es parte de aquella preparación que se requiere para recibir el Cuerpo del Señor del modo más fructuoso.”
Y es el mismo papa Benedicto XVI en la Entrevista “Luz del mundo” de Peter Seewald el que explica porqué quiere que se comulgue de rodillas: “Al hacer que se reciba la comunión de rodillas y al darla en la boca he querido colocar una señal de respeto y llamar la atención hacia la presencia real. No en último término porque, especialmente en actos masivos, como los tenemos en la basílica y en la plaza de San Pedro, el peligro de banalización es grande. (…) He querido establecer un signo claro. Debe verse con claridad que allí hay algo especial. Aquí está presente Él, ante quien se cae de rodillas. ¡Prestad atención! No es meramente un rito social cualquiera del que todos podemos participar o no”. La pregunta para cualquier católico de buena fe, sería la siguiente: ¿Por qué el Papa no impone a toda la Iglesia estas pequeñas reformas para que sean obligatorias? Las respuestas podrían ser muchas, pero creo que hemos de quedarnos con la siguiente: como buen padre y maestro quiere que sus hijos sigan su ejemplo de forma voluntaria como una respuesta de amor y fidelidad.