jueves, 29 de diciembre de 2011

Carta del Cardenal Ranjith dirigida a los participantes de la vigésima asamblea de la Federación Internacional Una Voce


 
 "Quiero expresar en primer lugar, mi agradecimiento a todos ustedes por el celo y el entusiasmo con el que promueven la causa de la restauración de las verdaderas tradiciones litúrgicas de la Iglesia.

Como ustedes saben, es la adoración la que aumenta la fe y su realización heroica en la vida. Es el medio con el que los seres humanos se elevan al nivel de lo trascendente y eterno: el lugar de un encuentro profundo entre Dios y el hombre.

Por esta razón, la Liturgia nunca puede ser creada por el hombre. Porque si adoramos a la manera que queremos y establecemos las normas nosotros mismos, entonces corremos el riesgo de recrear el becerro de oro de Aarón. Tenemos que insistir constantemente en la adoración como la participación en lo que Dios mismo hace, de lo contrario corremos el riesgo de involucrarnos en la idolatría. El simbolismo Litúrgico nos ayuda a elevarnos por encima de lo que es humano a lo que es divino. En este sentido, es mi firme convicción de que el Vetus Ordo representa en gran medida y de la manera más satisfactoria, que llaman mística y trascendente, para el encuentro con Dios en la liturgia. Por lo tanto ha llegado el momento para nosotros de, no sólo renovar la nueva liturgia a través de cambios radicales, sino también de alentar más y más la vuelta del Vetus Ordo, como un camino para una verdadera renovación de la Iglesia, que fue la que los Padres de la Iglesia,sentados en el Concilio Vaticano Segundo, tanto desearon.

La lectura cuidadosa de la Constitución conciliar sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilum, muestra que los cambios introducidos en la Liturgia más tarde, nunca estuvo en la mente de los Padres del Concilio.

Por lo tanto ha llegado el momento para que seamos valientes en trabajar por una verdadera reforma de la reforma y también en un retorno a la verdadera liturgia de la Iglesia, que había desarrollado a lo largo de su historia bi-milenaria en un flujo continuo. Deseo y rezo para que suceda.
 
Que Dios bendiga sus esfuerzos con el éxito.

Malcolm Cardenal Ranjith
Arzobispo de Colombo"
 
 
Traducción:  Servis Veritatis

martes, 27 de diciembre de 2011

Preparación para la misa


 
 Lex orandi  En las primeras páginas del misal romano, según su versión de 1962, y en el apéndice de la última edición castellana, encontramos una serie de oraciones para la preparación espiritual del sacerdote celebrante antes de la misa. Muchas veces, por las prisas, por las "intrusiones" de laicos a la sacristía, por la acostumbrada charla con los ministros y/o concelebrantes, o simplemente por un acostumbrarse a lo sagrado, la misa se queda sin "preparar". Llama la atención de que cuando se hable, en el mundo parroquial de preparar la misa, lo último que se piensa es en las oraciones y en el ya tradicional tiempo de silencio antes de la celebración. En esta actitud subyace la mentalidad activista de aquellos que creen que son ellos los que hacen las cosas y Dios es meramente un motivo etéreo o de fondo.
Al releer algunos párrafos selectos del libro "El sello" del cardenal Piacenza, creo que podremos caer en la cuenta de la importancia de esos momentos previos a la celebración.

Es necesario no pasar de cualquier actividad a la celebración de la Misa sin antes reservar un tiempo adecuado al recogimiento y a la preparación. Es el rato que Dios nos pide para estar en su Presencia, para percatarnos del Misterio que vamos a celebrar y del que se nos hace partícipes (p. 82)

Cuando el sacerdote celebra varias misas, o cuando éstas se tienen que celebrar en varias iglesias, el fenómeno de la prisa entra en escena. Al margen de esta cuestión de la escasez de minutos, está la tergiversación del sentido de la sinaxis: no se trata de una reunión de amigos o conocidos, sino de una convocación de una porción de la Iglesia para celebrar el Misterio de Cristo. El tiempo previo a la celebración no es un momento de confraternizar o de hacer amigos. Detrás de esta mentalidad hay una confusión entre hacer "pastoral" y ampliar el propio circulo de amistades. La pastoral dista mucho de ser una serie de actitudes cordiales o sociales. La verdadera pastoral es mostrar y enseñar a los demás la centralidad de la eucaristía con el propio ejemplo: recogerse en oración antes de la misa.
Llegar de forma sistemática cinco minutos antes a "preparar" lo exterior -cintas del misal y leccionario, pan y vino, etc.- y no dejar nada para lo interior da a entender a los demás que la eucaristía parece más una cosa que el "cura hace" que una cosa que el sacerdote vive. A este respecto habría que denunciar la ausencia de una cruz o imagen en las sacristían, que parecen a veces una trastienda que un lugar de preparación para la celebración de los sacramentos y sacramentales.
En ocasiones, indudablemente por la "intrusión" a la que nos hemos referido, el revestirse de los ornamentos llega a ser más descuidado que vestirse para salir brevemente a la calle.

El mismo revestirse de los ornamentos sagrados, tras habernos detenido unos minutos en oración, debe volver a constituir un gesto orante. Nunca hubiéramos podido asumir tales vestiduras si "un Otro no nos hubiese revestido de su gracia". El esplendor de los ornamentos habla de la belleza y de la grandeza de Cristo sacerdote. Bajo este esplendor debe como "desaparecer" cada sacerdote, a fin de que solo el Señor aparezca, pues "conviene que Él crezca y yo disminuya" (Jn 3, 30). Tal esplendor supone una elocuente apelación a quien los viste, así como una ayuda para recordar la propia pequeñez e indignidad y, por tanto, para hacer que resurja de continuo un hondo agradecimiento por haber sido hecho partícipe del sacerdocio de Cristo (p. 83)

El Prefecto del Clero también alude a las oraciones para revestir los ornamentos. En concreto, las oraciones "clásicas". Pero aquí nos vemos ante lo inacabado o, si se prefiere, lo ambigüo de la reforma: tales oraciones ya no se encuentran en los misales de 1970 y siguientes, si bien reaparecen en el Compendium Eucharisticum publicado hace un par de años por la Congregación del Culto Divino. Además de las así llamadas "clásicas", que algunas de ellas contienen alusiones a la medicina medieval y que pueden dar lugar a malentendidos, encontramos en Occidente otras tradiciones orantes de este momento gestual. En el núm de septiembre de 2010 de la revista Liturgia y Espiritualidad, encontramos un artículo de J. Messeguer donde se recoge los propios de un misal (creo recordar que es el de Sarum), y también en el mismo Missale Mixtum/Gothicum del rito mozárabe, encontramos otras recensiones similares.
Pero esta variedad no debe distraernos de li significativo de este momento. Pensemos, por ejemplo, que cada vez que el sacerdote bizantino se reviste para celebrar la Divina Liturgia, bendice cada uno de los ornamentos. En Occidente, la bendición es propiamente constitutiva: las vestiduras quedan "consagradas" para el culto hasta su destrucción. En Oriente, que también tienen en mente este sentido, son sin embargo "consagradas" para cada celebración, dando a la celebración del sacramento un valor singular e irrepetible. Al margen del contenido de estas oraciones y su carácter moralizante, no cabe duda del sentido general al que se ha referido el libro "El sello": hacer menguar al ministro en favor de Cristo. Después del Adviento, la cercana figura de Juan el Bautista nos puede servir de ejemplo para comprender, incluso en estos tiempos "versus populum", que el ministro debe desaparecer para mostrar mejor a Cristo. La vuelta a las casullas amplias es, en este sentido, una "herramienta" para que desaparezca nuestra figura y se remita mejor a otra realidad, la del cuerpo glorificado, que irradia la luz del Resucitado.

Adolfo Ivorra

viernes, 2 de diciembre de 2011

No a las manos extendidas en el Padre Nuestro


Acción Liturgica: Monseñor Robert J. Foys, Obispo de Covingnton, en EE.UU. ha dirigido a sus fieles, con fecha 18 de noviembre, una Carta Pastoral anunciando la entrada en vigor de la nueva traducción del Misal Romano, Novus Ordo, en EE.UU., y un decreto puntualizando algunas cuestiones sobre materia litúrgica. El Obispo recuerda que nadie, ni sacerdotes ni fieles, tiene derecho a introducir ninguna innovación en la Sagrada Liturgia, según lo dispuesto por el Concilio Vaticano II en la constitución Sacrosantum Concilium. Por lo tanto, las acciones y posturas de los fieles deben ser las que establece la Ordenación General del Misal Romano y aquellas que, en virtud de esta ordenación, pueden ser reguladas en cada país. En Estados Unidos, continúa el obispo, está prescrito que los fieles se arrodillen desde el Sanctus hasta el "gran Amén" (es decir todo el Canon). Y también deben arrodillarse tras el Agnus Dei hasta el momento de comulgar. Por su parte los diáconos se arrodillarán desde la Epíclesis hasta la ostensión del cáliz. Respecto a la oración del padrenuestro, según la Ordenación General del Misal Romano solo el sacerdote está establecido que extienda las manos. Ni los diáconos ni los fieles. Por lo tanto los fieles no extenderán las manos, y tampoco se las cogerán.