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Presentamos una entrevista que Mons. Nicola Bux ha concedido a un periódico de Reggio Emilia, ciudad donde participará en el encuentro titulado “Liturgia romana y arte sacro entre innovación y tradición”.
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Don Bux, ¿qué es la adecuación litúrgica?
Es una expresión acuñada en los años posteriores al Concilio Vaticano II para indicar los trabajos considerados necesarios para que las antiguas iglesias pudiesen ser más idóneas a las celebraciones según la forma renovada del rito Romano.
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¿Y cuáles son los resultados que produjo?
La adecuación partió con el intento de llevar a cabo aquellos retoques para favorecer la celebración de los sacramentos pero se impuso sobre todo el tema de la Misa celebrada con el altar hacia el pueblo. Una adecuación vistosa de la cual se abusó.
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¿Por qué?
Porque el mismo misal no dice nunca que el celebrante no debe estar de espaldas al pueblo. Y esto está demostrado por el hecho de que tres veces, inmediatamente después del ofertorio, en el Ecce agnus Dei y en la bendición final, se prescribe que el sacerdote esté dirigido al pueblo. De esto se sigue que durante la celebración la orientación debe ser otra.
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Es decir, de espaldas al pueblo…
No exactamente. Esta es una mala interpretación del mismo misal de Pablo VI y algo que se ha forzado y que ha hecho que se pensara que dar la espalda al pueblo es un acto de mala educación. Como decir, “perdón por daros la espalda”.
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¿Entonces?
Entonces, es una cuestión de orientación hacia el Señor que viene. Es por eso que la tradición nos ha entregado las celebraciones con el sacerdote y los fieles dirigidos ambos hacia oriente, símbolo del Señor que viene, y sucesivamente indicado en la cruz. En realidad, el dirigirse hacia el pueblo era indicado como una posibilidad.
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Así, la principal crítica es que el sacerdote no está en comunión con los fieles…
De hecho, Benedicto XVI, ya como cardenal, insistía en el hecho de que si el pueblo está dirigido al crucifijo, y también el sacerdote, todos dirigen la mirada a Cristo, que es el aspecto central de la liturgia. Como decía Ratzinger, con el sacerdote frente al pueblo se cierra el círculo al encuentro con el Señor.
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¿Cómo puede resolverse la cuestión?
Como justamente propuso el Santo Padre, sería oportuno que, con la misma posición, se pusiera una cruz sobre el altar de modo que todos puedan tener en primer plano al sujeto central de la liturgia: Cristo que viene. Es bueno que los sacerdotes sepan explicar que su posición debe ser funcional a la orientación de la celebración.
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¿Qué otros temas tocará mañana?
El encuentro está promovido por el deseo de muchos laicos, preocupados de que la así llamada adecuación vaya en detrimento de la tradición. En este caso, en la Catedral de Reggio, también con la ayuda del profesor Mazza, se quiere tratar de ofrecer los instrumentos para entender que es el pueblo quien se debe adecuar a la liturgia y no al revés.
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Un tema debatido en Reggio es el de la sede episcopal, llevada abajo del presbiterio y frente a la asamblea…
La sede no es el elemento más importante en un edificio sagrado. Antes vienen el altar, la cruz y el tabernáculo, que son el signo de la presencia divina permanente en medio del pueblo. Por importancia, después del ambón, que en un tiempo era llamado púlpito y que era funcional a estar en medio de la asamblea por razones acústicas, está la sede de la presidencia.
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¿Pero dónde debe ser colocada?
En las iglesias primitivas siríacas, herederas de las sinagogas, la sede estaba a la cabeza de la asamblea, como ocurre hoy cuando en el teatro se reserva el asiento central a la autoridad. Muy pronto la sede de quien preside fue puesta delante de la asamblea a la izquierda o a la derecha en una posición de vínculo entre la asamblea y el altar.
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¿Cuál es la posición ideal?
Sobre las gradas, como todavía hoy hacen los orientales, que ponen la sede del patriarca delante de la asamblea, pero no en forma frontal. Está bien que los lugares de los fieles no sean transversales o diagonales sino que miren todos con una única orientación.
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Por lo tanto, ¿sobre el presbiterio y no abajo?
El lugar de los sacerdotes y del obispo es el presbiterio; lo dice el mismo nombre. El hecho de que la sede esté puesta debajo confunde las ideas.
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Se podría objetar que también el obispo forma parte del pueblo de Dios…
Es cierto, pero también la tradición tiene su peso. No es necesario caer en el populismo. El estar junto a los fieles no depende de la posición.
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¿Cuánto pesa, en este discurso, la acusación de excesivo formalismo?
Una cosa es la forma, otra es el formalismo. Sin una forma, la liturgia no existiría y la sustancia sería deforme. El hablar de formalismo, en cambio, es un poco ideológico y reduccionista. Últimamente está en uso hablar de polos litúrgicos. Y bien, en el rito romano debe prevalecer la unidad.
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Otro tema candente es la ausencia de reclinatorios…
Otra rareza que se observa a veces. La liturgia prescribe arrodillarse en ciertos momentos de la Misa. El hecho es que disuadir de arrodillarse corre el riesgo de reducir la iglesia a un auditorio o la liturgia a entretenimiento. Por el contrario, el Papa nos recuerda que la liturgia es adoración y su signo exterior más visible es precisamente el ponerse de rodillas.
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¿Qué tan importante es en las iglesias la conservación de obras artísticas y la introducción de nuevas obras modernas?
Siempre se necesita gusto en las cosas. Curiosamente, hoy se tiende a convertir en piezas de museo todas las bellezas y las decoraciones, pero las cosas van a un museo si ya no se usan. En muchos casos, en cambio, se trata de objetos que son expresión de la piedad del pueblo y de los sacrificios que han sido hechos para introducirlos. Siempre que hablamos de objetos que sirvan no para nuestra gloria personal sino para la de Dios. Lo mismo vale para los ornamentos. A veces el sacerdote agrega y quita ornamentos según su gusto y su comodidad, como si fuese un vestuario privado. En realidad, son la expresión de la objetividad del rito que es confiado al ministro, aún si es indigno moralmente.
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Fuente: 4minuti
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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