Lex orandi En las primeras páginas del misal romano, según su versión de 1962, y en el apéndice de la última edición castellana, encontramos una serie de oraciones para la preparación espiritual del sacerdote celebrante antes de la misa. Muchas veces, por las prisas, por las "intrusiones" de laicos a la sacristía, por la acostumbrada charla con los ministros y/o concelebrantes, o simplemente por un acostumbrarse a lo sagrado, la misa se queda sin "preparar". Llama la atención de que cuando se hable, en el mundo parroquial de preparar la misa, lo último que se piensa es en las oraciones y en el ya tradicional tiempo de silencio antes de la celebración. En esta actitud subyace la mentalidad activista de aquellos que creen que son ellos los que hacen las cosas y Dios es meramente un motivo etéreo o de fondo.
Al releer algunos párrafos selectos del libro "El sello" del cardenal Piacenza, creo que podremos caer en la cuenta de la importancia de esos momentos previos a la celebración.
Es
necesario no pasar de cualquier actividad a la celebración de la Misa
sin antes reservar un tiempo adecuado al recogimiento y a la
preparación. Es el rato que Dios nos pide para estar en su Presencia,
para percatarnos del Misterio que vamos a celebrar y del que se nos hace
partícipes (p. 82)
Cuando el sacerdote celebra
varias misas, o cuando éstas se tienen que celebrar en varias iglesias,
el fenómeno de la prisa entra en escena. Al margen de esta cuestión de
la escasez de minutos, está la tergiversación del sentido de la sinaxis:
no se trata de una reunión de amigos o conocidos, sino de una
convocación de una porción de la Iglesia para celebrar el Misterio de
Cristo. El tiempo previo a la celebración no es un momento de
confraternizar o de hacer amigos. Detrás de esta mentalidad hay una
confusión entre hacer "pastoral" y ampliar el propio circulo de
amistades. La pastoral dista mucho de ser una serie de actitudes
cordiales o sociales. La verdadera pastoral es mostrar y enseñar a los
demás la centralidad de la eucaristía con el propio ejemplo: recogerse
en oración antes de la misa.
Llegar
de forma sistemática cinco minutos antes a "preparar" lo exterior
-cintas del misal y leccionario, pan y vino, etc.- y no dejar nada para
lo interior da a entender a los demás que la eucaristía parece más una
cosa que el "cura hace" que una cosa que el sacerdote vive. A este
respecto habría que denunciar la ausencia de una cruz o imagen en las
sacristían, que parecen a veces una trastienda que un lugar de
preparación para la celebración de los sacramentos y sacramentales.
En
ocasiones, indudablemente por la "intrusión" a la que nos hemos
referido, el revestirse de los ornamentos llega a ser más descuidado que
vestirse para salir brevemente a la calle.
El
mismo revestirse de los ornamentos sagrados, tras habernos detenido
unos minutos en oración, debe volver a constituir un gesto orante. Nunca
hubiéramos podido asumir tales vestiduras si "un Otro no nos hubiese
revestido de su gracia". El esplendor de los ornamentos habla de la
belleza y de la grandeza de Cristo sacerdote. Bajo este esplendor debe
como "desaparecer" cada sacerdote, a fin de que solo el Señor aparezca,
pues "conviene que Él crezca y yo disminuya" (Jn 3, 30). Tal esplendor
supone una elocuente apelación a quien los viste, así como una ayuda
para recordar la propia pequeñez e indignidad y, por tanto, para hacer
que resurja de continuo un hondo agradecimiento por haber sido hecho
partícipe del sacerdocio de Cristo (p. 83)
El Prefecto del Clero también
alude a las oraciones para revestir los ornamentos. En concreto, las
oraciones "clásicas". Pero aquí nos vemos ante lo inacabado o, si se
prefiere, lo ambigüo de la reforma: tales oraciones ya no se encuentran
en los misales de 1970 y siguientes, si bien reaparecen en el Compendium Eucharisticum
publicado hace un par de años por la Congregación del Culto Divino.
Además de las así llamadas "clásicas", que algunas de ellas contienen
alusiones a la medicina medieval y que pueden dar lugar a malentendidos, encontramos en Occidente otras tradiciones orantes de este momento gestual. En el núm de septiembre de 2010 de la revista Liturgia y Espiritualidad,
encontramos un artículo de J. Messeguer donde se recoge los propios de
un misal (creo recordar que es el de Sarum), y también en el mismo
Missale Mixtum/Gothicum del rito mozárabe, encontramos otras recensiones
similares.
Pero esta variedad no
debe distraernos de li significativo de este momento. Pensemos, por
ejemplo, que cada vez que el sacerdote bizantino se reviste para
celebrar la Divina Liturgia, bendice cada uno de los ornamentos. En
Occidente, la bendición es propiamente constitutiva: las vestiduras
quedan "consagradas" para el culto hasta su destrucción. En Oriente, que
también tienen en mente este sentido, son sin embargo "consagradas"
para cada celebración, dando a la celebración del sacramento un valor
singular e irrepetible. Al margen del contenido de estas oraciones y su
carácter moralizante, no cabe duda del sentido general al que se ha
referido el libro "El sello": hacer menguar al ministro en favor de
Cristo. Después del Adviento, la cercana figura de Juan el Bautista nos
puede servir de ejemplo para comprender, incluso en estos tiempos
"versus populum", que el ministro debe desaparecer para mostrar mejor a
Cristo. La vuelta a las casullas amplias es, en este sentido, una
"herramienta" para que desaparezca nuestra figura y se remita mejor a
otra realidad, la del cuerpo glorificado, que irradia la luz del
Resucitado.
Adolfo Ivorra
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