ROMA, martes 13 noviembre 2012 (ZENIT.org).- El Vaticano II enseña que el canto sacro unido a las palabras es parte necesaria e integrante de la liturgia solemne, por que coopera justamente debido a su belleza, para nutrir y expresar la fe y por lo tanto a la gloria de Dios y a la santificación de los fieles. Esta es la finalidad de la música sacra.
Lo indicó Benedicto XVI este sábado pasado al recibir en el Aula Pablo VI a los participantes del congreso nacional de Scholae Cantorum, organizado por la Asociación italiana Santa Cecilia.
A ellos les agradeció su labor y recordó el papel de la música en conversiones como las de Agustín y Paul Clodel. Y les pidió empeñarse por mejorar la calidad del canto litúrgico, sin temor de recuperar y valorizar la gran tradición musical de la Iglesia.
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¡Queridos hermanos! Con gran alegría les doy la bienvenida, con
motivo de la peregrinación organizada por la Asociación Italiana Santa
Cecilia que cuenta con todo mi aprecio. Agradezco el saludo cordial de
su presidente, así como a todos los colaboradores.¡Con afecto les saludo a ustedes que pertenecen a las numerosas Scholae Cantorum de las diversas partes de Italia!
Estoy muy contento de conocerles y también de saber --como se ha recordado- que mañana [domingo 12 ndr.] participarán en la Basílica de San Pedro en la celebración eucarística presidida por el cardenal arcipreste, Angelo Comastri, ofreciendo naturalmente vuestro servicio de alabanza con el canto.
Este congreso se ubica intencionalmente en ocasión del 50 º aniversario del Concilio Vaticano II. Y con satisfacción he visto que la Asociación Santa Cecilia quiso así llamar vuestra atención a la enseñanza de la Constitución Conciliar sobre la liturgia, particularmente allí --en el sexto capítulo– que trata sobre la música sacra.
En este aniversario, como ustedes bien saben, he querido para toda la Iglesia un Año de la Fe especial, con el fin de promover entre todos los bautizados la profundización de la fe y el compromiso común de una nueva evangelización.
Por lo tanto, al encontrarles me gustaría destacar brevemente que la música sacra puede, sobre todo, promover la fe y también a colaborar en la nueva evangelización.
Sobre la fe, es natural pensar en el caso personal de san Agustín --uno de los grandes Padres de la Iglesia, que vivió entre el cuarto y el quinto siglo después de Cristo- a cuya conversión contribuyó significativamente y sin lugar a dudas, el haber escuchado el canto de los salmos, con himnos y liturgias presididas por san Ambrosio.
Si bien de hecho la fe nace del escuchar la Palabra de Dios –hay que escuchar por supuesto no sólo con los sentidos, sino hacer que de los sentidos pase a la mente y al corazón- no hay duda que la música y en particular el canto, pueden conferir a la recitación de los salmos y cánticos bíblicos mayor fuerza comunicativa.
Entre los carismas de san Ambrosio figuraba justamente una gran sensibilidad y capacidad musical, y él una vez ordenado obispo de Milán, puso este don al servicio de la fe y de la evangelización.
El testimonio de san Agustín, que en ese momento era profesor en Milán y buscaba a Dios, buscaba la fe, en este sentido es muy significativo. En el libro X de las Confesiones, su autobiografía, él escribe: "Cuando me vienen en mente las lágrimas que las canciones de la Iglesia me arrancaron a los inicios de mi fe reconquistada, y la conmoción que aún hoy me suscita no sólo el canto, sino también las palabras cantadas, si cantadas con una voz clara y con la debida modulación, reconozco de nuevo la gran utilidad de esta práctica" (33, 50).
La experiencia de los himnos ambrosianos era tan fuerte que Agustín los llevó grabados en la memoria y los citó a menudo en sus obras. Más aún, escribió una obra sobre música, De Musica.
Él afirma que no aprueba durante la liturgia cantada, la búsqueda de un mero placer sensible, si bien reconoce que la música y el canto bien hechos pueden ayudar a acoger la Palabra de Dios y a probar una emoción saludable.
Este testimonio de san Agustín nos ayuda a entender cómo la constitución Sacrosanctum Concilium, en línea con la tradición de la Iglesia, enseña que "el canto sacro unido a las palabras es parte necesaria e integrante de la liturgia solemne" (n º 112 ).
¿Por qué es "necesaria e integrante"? Ciertamente no por razones puramente estéticas, en un sentido superficial, sino por que coopera justamente debido a su belleza, para nutrir y expresar la fe y por lo tanto a la gloria de Dios y a la santificación de los fieles, que es la finalidad de la música sagrada (cf. . ibid.).
Precisamente por este motivo, me gustaría darles las gracias por los valiosos servicios proporcionados: la música interpretada no es un accesorio, o simplemente un adorno externo de la liturgia, pero la liturgia misma.
Ustedes ayudan a la asamblea a alabar a Dios, y a hacer descender su palabra en loprofundo del corazón: con el canto rezan y hacen rezar, y participan en el canto y la oración de la liturgia,que abarca toda la creaciónpara glorificar al Creador.
El segundo aspecto que propongo a vuestra consideración es la relación existente entre la música sacra y la nueva evangelización. La constitución conciliar sobre la liturgia recuerda la importancia de la música sacra en la misión ad gentes, e insta a potenciar las tradiciones musicales de los pueblos (cf. n. 119).
También y justamente en los países de antigua evangelización, como Italia, la música sacra --con su gran tradición que le es propia y que constituye nuestra cultura- puede realizar una tarea importante para favorecer el redescubrimiento de Dios, un nuevo acercamiento al mensaje cristiano y a los misterios de la fe.
Pensemos en la famosa experiencia de Paul Claudel, el poeta francés, que se convirtió al escuchar el canto del Magnificat durante las Vísperas de Navidad en la catedral de Notre-Dame de París: "En ese momento –escribe - ocurrió un evento que dominó toda mi vida. En un instante, mi corazón fue tocado y creí. Creí con una fuerza de adhesión tan grande, con un tal elevamiento de todo mi ser, con una convicción tan poderosa, con una certeza que no dejaba lugar a ninguna especie de duda. Y desde entonces ningún razonamiento, ninguna circunstancia de mi agitada vida ha podido sacudir mi fe ni tocarla”.
Y sin necesidad de incomodar a personajes famosos, pensemos cuántas personas fueron tocadas en lo profundo del alma escuchando música sacra; y más aún cuanto han sido atraídos nuevamente hacia Dios, debido a la belleza de la música litúrgica, como Claudel.
Y aquí, queridos amigos, ustedes tiene un papel importante: empéñense por mejorar la calidad del canto litúrgico, sin temor de recuperar y valorizar la gran tradición musical de la Iglesia, que en el canto gregoriano y la polifonía tiene sus dos mayores expresiones, como afirmó el Concilio Vaticano II (cf. Sacrosanctum Concilium, 116).
Y me gustaría hacer hincapié en que la participación activa de todo el Pueblo de Dios en la liturgia no consiste sólo en hablar, sino también en escuchar, acoger con los sentidos y con el espíritu la Palabra, y esto vale también para la música sacra. Ustedes que tienen el don del canto, pueden hacer cantar a los corazones de mucha gente durante las celebraciones litúrgicas.
Queridos amigos, espero que en Italia la música litúrgica tienda cada vez más alto, para alabar dignamente al Señor y para mostrar cómo la Iglesia es el lugar donde la belleza es de casa. ¡Gracias de nuevo a todos por este encuentro! Gracias.
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