"El hacer queda en segundo plano cuando nos encontramos ante lo que cuenta: la oratio. Tiene que ser visible que la oratio es lo esencial, y que su importancia reside en el hecho de dar paso a la acción de Dios. Quien haya comprendido esto entiende fácilmente que ya no se trata de mirar al sacerdote o dejar de mirarlo, sino de mirar al Señor, salir a su encuentro.
La entrada en escena, casi teatral, de los distintos actores que hoy podemos presenciar, sobre todo en la presentación de las ofrendas, deja, sencillamente, de lado lo esencial. Cuando las particulares acciones exteriores (que realmente no son muchas y se multiplican de manera artificial) se convierten en lo esencial de la liturgia, y la misma liturgia queda degradada en un genérico hacer, se malogra el verdadero teo-drama de la liturgia, que acaba reducido a espectáculo.
La verdadera formación litúrgica no puede consistir en el aprendizaje y ensayo de las actividades exteriores, sino en el acercamiento a laactio esencial, que constituye la liturgia, en el acercamiento al poder transformador de Dios que, a través del acontecimiento litúrgico, quiere transformarnos a nosotros mismos y al mundo. Claro que, en este sentido, la formación litúrgica actual de los sacerdotes y de los laicos tiene un déficit que causa tristeza. Queda mucho por hacer."
(Cardenal Joseph Ratzinger, El Espíritu de la Liturgia, 2001, Ediciones Cristiandad, p. 199).
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